viernes, 24 de abril de 2015

Pritzker Ibéricos (2/5) Álvaro Siza



Extracto de la entrevista de Francisco Mangado (FM) a Álvaro Siza (AS) el 22 de abril de 2015 con motivo de la celebración del 50 aniversario de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Navarra

FM: Muchas gracias por recibirnos. Yo quería hablar brevemente de algunas de las cosas de las que siempre que nos hemos encontrado hemos debatido y que sé te preocupan. Hablando de la crisis… hemos dicho muchas veces que no es tan preocupante la crisis económica, a fin de cuentas algo coyuntural, como la transformación que se está produciendo en el hacer de la arquitectura y que está teniendo una influencia extraordinariamente negativa: cada vez las cosas se complican más, hacer un proyecto de arquitectura requiere una cantidad enorme de cumplimientos de normativas, unos procesos administrativos complejos, algo que rodea al proyecto y lo dificulta, supuestamente en términos garantistas, aunque en la realidad no nos deja tiempo para hacer arquitectura, no disfrutamos de la arquitectura, y la arquitectura seguramente no es mejor. Este es un problema que siento y sé que tú también: cada vez se hace más difícil hacer arquitectura. ¿Estás de acuerdo con esta idea? ¿Qué opinas?

AS: Antes de nada, lamento no estar en Pamplona. Esto es verdad, me preocupa tanto como a ti y creo que a todos los arquitectos, porque la arquitectura, el ejercicio de la arquitectura hoy, es un trabajo interdisciplinar, por tanto, trabajamos con otros profesionales y, en abstracto, las condiciones son óptimas.
Cuando empiezo un trabajo tengo aquí un ingeniero y aquí otro, para el tratamiento de aire, para la estructura,… Hasta hace poco, esto estaba bien. Pero ahora aaprece la idea, que está ganando terreno, de que la arquitectura está hecha por especialistas. Y en vez de considerar esta condición de trabajo interdisciplinar, donde el arquitecto por vocación y por formación hace la coordinación de las distintas aportaciones, la idea de que el arquitecto hace la imagen, excitante si es posible, y luego la pasa al ingeniero que ‘mete’ la estructura necesaria y pasa al de tratamiento de aire acondicionado, que ‘mete’ rejillas en los techos, y al de iluminación que ‘mete’ la cantidad necesaria de lámparas,…
Esto es una situación generalizada, en Europa por lo menos, llegando a situaciones absurdas. Hasta hace poco tiempo ha estado en discusión en el Parlamento en Portugal un estatuto que decía que el arquitecto no podía coordinar el proyecto, ni podía fiscalizar la obra. A última hora se consiguió parar, pero estaba ya prácticamente aprobado.
(…)

FM: (…) Da la impresión de que sólo en la pequeña escala los arquitectos podemos seguir controlando el ejercicio de la arquitectura y que, efectivamente, las instituciones, la sociedad, ha trasladado esto a las grandes corporaciones, generalmente de ingeniería, que dicen son más eficaces, cuando creo que es falso. Este es un problema muy serio.

AS: En Portugal eso va a suceder seguro. Se consiguió parar aquello de no coordinar ni fiscalizar la obra de arquitectura, pero que los ingenieros van a tener autorización para proyectar, aún no estoy seguro pero hay muchas probabilidades de sea aprobado. En España, el arquitecto, el Colegio de Arquitectos, tenían mucha influencia y buena organización, cosa que se está perdiendo o se ha perdido. Pero en Portugal, siempre el ingeniero era el personaje principal en la construcción del proyecto. Sólo desde hace diez años se consiguió aprobar un estatuto distinto por el que la arquitectura la hacen los arquitectos. Y es curioso por que cuando esto empieza existía un poder enorme de los ingenieros y una relación casi de desprecio hacia los arquitectos. Eso cambió muchísimo, el trabajo en equipo entre arquitectos e ingenieros pasó a ser una relación absolutamente normal y pacífica. Es más, un placer. Yo con los ingenieros con los que he trabajado, y son varios, tengo la mejor relación. (…) Es curioso que cuando los arquitectos hablan de defender su trabajo se habla de corporativismo. El corporativismo está en otra parte.

FM: (…) Sigo pensando que el mejor material para hacer arquitectura es el tiempo y todos estos procesos de rapidez que transforman la arquitectura más en un hecho productivo que de reflexión, creativo, de trabajo, hacen que tengamos cada vez menos tiempo para hacer arquitectura…

AS: Recuerdo, es una anécdota muy antigua contada por Távora, una polémica en los CIAM entre Coderch y Candilis. Candilis presentó un proyecto de una ciudad para 100.000 habitantes. Hizo una presentación brillante y al final Coderch le dijo que se sentía incómodo porque él necesitaba de ese tiempo para hacer sólo una casa.
Hay que decir que se han creado dos ideas. Una es que los arquitectos son lentos, quieren ser lentos, están fuera de la realidad. Es fácil decir que el arquitecto es alguien en vías de extinción porque es idealista. No es verdad. No son lentos. Nunca he tenido la sensación de ser lento al proyectar. Se necesita de tiempo para abarcar todos los problemas y construir. 
La segunda idea, en el fondo ambas están ligadas, es que el arquitecto es caro. El arquitecto es visto por mucha gente como un lujo y por tanto sólo para una minoría. Y eso también es una distorsión completa de la realidad y de la historia. Lo que hizo la arquitectura moderna, la gran importancia del arquitecto, ha sido la construcción social, la vivienda social, la construcción para un gran número y el esfuerzo urgentísimo de la postguerra. Por tanto, el nacimiento de aquello que llamamos, ya sé que no hay una frontera clara, pero de lo que normalmente se llama arquitectura moderna, ha sido la capacidad de respuesta competente a problemas de urgencia y de calidad para el mayor número de personas. Por tanto, hay aquí una distorsión monstruosa.

(…)

FM: (…) Hay una cierta tendencia ahora que dice que las Escuelas de Arquitectura tienen que cambiar, que nos tenemos que adaptar a estos nuevos sistemas de producción y que el arquitecto en realidad no tiene que ser un tipo específico que trabaje en el proyecto, sino que puede recibir formaciones de gestión, formaciones de otro tipo que le permitan establecer relaciones. Me parece que eso es diluir la arquitectura, creo que lo que hay que hacer es formar mejores arquitectos. Y si nos diluimos en otro tipo de formaciones, corremos el riesgo de desaparecer.

AS: Eso es una forma de negar la realidad del trabajo interdisciplinar. El arquitecto no tiene que ser un economista y un calculista y un no se qué…porque hay un equipo. Ahora bien, el arquitecto en este ‘vicio’ del especialista, todos especialistas, fronteras, fronteras, fronteras,… El arquitecto también es un especialista: es un especialista de no ser especialista. Y por eso es la persona que puede coordinar y poner al servicio de una idea global todas las capacidades de ese equipo.

(…)

FM: (…) ¿Tu crees que debería abundarse en la formación técnica? Hay una tendencia también en hacer Escuelas muy especulativas, donde incluso los propios profesores caen en este error de juzgar la arquitectura casi sólo de un modo epitelial. Intensificar la formación técnica es una garantía para mantener los valores de la formación del arquitecto tal y como la entendemos. ¿Qué opinas?

AS: Entre Portugal y España había y hay diferencias muy grandes. En España existía el peso de una formación técnica muy grande que hacía muy difícil aprobar los primeros años de la Escuela. En Portugal era mucho menos pesado este aprendizaje y poco eficaz en términos de formación. Con el paso del tiempo creo que se ha superado esa fase en la que el arquitecto sabía muy poco, y tampoco había mucha necesidad de saber tanto. Creo que, volviendo sobre el trabajo interdisciplinar, desarrollar las herramientas para trabajar en equipo con distintas especialidades es esencial. No creo que deba haber mucho peso concreto en el aprendizaje de lo técnico. Esto es, aprender a hacer la estructura porque si hay ingenieros que se dedican a eso, el arquitecto puede concentrase sobre todo en mantener vivo el desarrollo del proyecto, coordinando todos los problemas para los cuales existen personas con mejores capacidades en el equipo. Si no, empieza con el peso de las técnicas, de las normativas,… y podrá acabar teniendo poco tiempo para mantener vivo ese desarrollo.

FM: (…) Me parece que la aproximación a lo material de la arquitectura es importante en las Escuelas…

AS: Te digo lo que pienso de eso. Cuando empecé el primer trabajo que hice, unas pequeñas casas en Matosinhos, con la enseñanza recibida en la Escuela, yo no sabía nada de construcción. ¡No sabía nada! Y entonces tuve la suerte de, hablando de carpinterías, de tener un carpintero del norte de Portugal y hablaba mucho con él. Le presentaba los dibujos, de lo que yo sabía hacer, y él me explicaba cómo hacer los ensamblajes, etc. Y aprendí mucho con los obreros. Hoy es distinto. (…)
Por ejemplo, un arquitecto como Foster, por la calidad que yo veo en sus obras, el detalle, la calidad técnica, sé que trabaja mucho en diálogo con las industrias, sin prescindir de lo que al final resulta (…).

FM: (…) ¿Qué parte tiene que ver la condición artesanal o esa otra mucho más industrializada en la pérdida de la identidad del arquitecto?

AS: En general, hoy domina la industrialización. Pero esa capacidad de diálogo que antes se daba con unos artesanos fantásticos en Portugal, en España también, cambió. Pero es posible. En un proyecto reciente, donde hago unos cerramientos en aluminio, trabajé con una industria que los produce y recuerdo el problema de la solución de una ventana de esquina. ¿Cómo hacer el ángulo?, porque las piezas estaban industrializadas para ser colocadas en línea y en ángulo no se arriostraban. Conversando con la gente de esa industria, pedimos y se hicieron prototipos, y discutimos “esto no”, “esto no resulta”. O ellos me decían “eso es difícil”. Y se puede al final hacer el mismo trabajo de colaboración que antes se hacía con un artesano y que se hace aún (…).

FM: Acabamos ya, y aunque sea un tópico, es obligado. Se cumplen los cincuenta años de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra y muchos estudiantes van a ver esta entrevista. Me gustaría que les dijeras algo para animarles. Sabes que los estudiantes de Arquitectura en España tienen algo de heroico, son gente que quieren a la Arquitectura, porque las salidas que tienen son difíciles. Me gustaría que una figura como tú, que tanto admiramos, les diera algo de consejo para dedicarse con ganas a la Arquitectura.

AS: Quería añadir mis felicitaciones a la Escuela de Pamplona por sus cincuenta años. Comparando con mi edad, es muy joven.
Respecto a los consejos, no estoy en condición de darlos. La época es muy difícil para los arquitectos y para los estudiantes de Arquitectura que están viendo el futuro. Por otra parte, tienen condiciones muy buenas en su aprendizaje y en su formación. Cuando yo empecé el sexto curso de Arquitectura no había Erasmus, no había computadoras, ni Internet,… No había nada de eso. Yo no sabía nada, incluso no quería estudiar arquitectura. No me había interesado. Conocía a Le Corbusier y nada más.

FM: Tu padre quería que estudiaras Bellas Artes…

AS: No, no. Mi padre quería que estudiara Ingeniería. Yo era el que quería estudiar Bellas Artes. Hoy, un estudiante que entra en la Escuela, en el primer año sabe miles de cosas, viaja mucho más,… existe este programa de intercambio Erasmus, precioso para la formación de un arquitecto, un avance fantástico.
La primera vez que salí de la península ibérica tenía cuarenta años o más y me faltaba ese contacto directo, no a través de las revistas que en los años sesenta empezaban a aparecer. Y el contacto humano entre personas de distintas culturas, no tan distintas como se piensa, y ver las obras. Ahora, desde muy pronto pueden llenar su mente de mil referencias, una formación enorme que ya no significa, como antes, la copia (que es también parte del proceso de aprendizaje) que es el almacén de ideas, de ejemplos que vienen al proceso de diseño sin tener consciencia de ello. Hay toda una carga de sabiduría que ayuda, informa, que da soporte a aquello que llamamos creación. Tienen condiciones muy buenas.
(…)
Hay que luchar mucho para impedir que la arquitectura caiga en esa idea de que es un lujo, hecha por una gente con los pies en el aire.

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