miércoles, 11 de diciembre de 2013

La mística del error


BUCKMINSTER FULLER, R., "La mística del error" (extracto), El capitán etéreo y otros escritos, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Murcia, 2003.


—¿Cuál le parece que es el mayor desafío que enfrentamos al prepararnos para hacernos cargo del cuidado del mundo? —fue la pregunta que me hicieron en un Instituto del Oeste Medio.

Desde mi punto de vista, el mayor desafío que debe enfrentar la juventud de hoy es responder de acuerdo a su más fina conciencia intuitiva de lo que parece ser la verdad basada en sus propias experiencias, y no en lo que otros han interpretado como verdad respecto a hechos de los cuales ni ellos ni otros tienen un conocimiento basado en la experiencia.

Esto también significa no entregarse sin reflexión a los movimientos de “moda”, o a la psicología de masas. Ello implica evaluar reflexivamente las propias necesidades, lo cual conlleva comprensión, pero no dejarse empujar por el espíritu de grupo, espontáneo en la juventud. En cada caso significa pensar antes de actuar. Implica prescindir de todas las lealtades hacia nada que no sea la verdad y el amor con que hemos identificado inadecuadamente la integridad cósmica y la sabiduría absolutas con el nombre de “Dios”, que se dirige a cada uno de nosotros directamente, y que sólo nos habla a través de nuestra conciencia individual de la verdad de nuestras emociones más espontáneas y poderosas de amor y compasión.

Todo el complejo de principios generalizados omniacomodables unos con otros, encontrados hasta aquí por la ciencia y que rigen todas las conductas del universo, en conjunto manifiestan una sabiduría infalible, interconectada, de diseño unificado: esto es, un concepto a priori de integridad intelectual, tanto como una posibilidad de descubrimiento del intelecto humano.

Por esto la preparación de la juventud para emprender el cuidado y mantenimiento planetario implica el compromiso con una preocupación total con el bienestar de la humanidad; todos los principios demostrables por experimentación y generalizados matemáticamente descubiertos hasta aquí por los humanos, y todas las verdades de caso especial que descubrimos progresivamente —las consecuencias sinergéticas universalmente favorables para integrar compromisos, impredecibles a partir de ninguno de los compromisos cuando los consideramos separadamente—, bien pueden levantar el telón de una nueva era universal y propicia para los humanos que habitan el universo.

Por diseño de la sabiduría cósmica, todos nacemos desnudos, indefensos durante meses, y aunque nuestros cerebros están excelentemente equipados, carecemos de experiencia, con lo cual somos enteramente ignorantes. También estamos dotados de hambre, sed, curiosidad y necesidad de procrear. Nos hicieron predominantemente de agua, que se congela, hierve y se evapora en una gama de temperaturas minúscula. Con la capacidad de absorber información por la mente, sus funciones de almacenamiento y recuperación, como los centros de control de los organismos físicos empleados por nuestras mentes metafísicas, estamos del todo diseñados para prosperar sólo dentro de los límites térmicos cercanos, y pertenecientes a la biósfera del planeta Tierra.

Bajo las condiciones actuales, cualquier cosa que hayan aprendido los humanos hubo de ser aprendida únicamente como consecuencia de la experiencia de prueba y error.

Los humanos sólo han aprendido de sus errores. Los billones de seres humanos de nuestra historia han tenido que cometer cuadrillones de errores para llegar al estado en que tenemos 150.000 palabras comunes para identificar los muchos matices únicos y sólo metafísicamente comprensibles de la experiencia. El número de palabras en el diccionario siempre se multiplicará en la medida que experimentemos el complejo progresivo de los episodios cósmicos del escenario Universo, cometiendo muchos errores nuevos dentro del nuevo conjunto de circunstancias poco familiares. Esto provoca una necesaria y reflexiva reconsideración y, en última instancia, una determinación de evitar errores futuros cometidos dentro de estas circunstancias dadas. Ello a su vez provoca la invención de palabras más incisivamente eficaces para hacer frente al nuevo fenómeno familiar.

También por la sabiduría del gran diseño, los humanos tienen la capacidad de formular y comunicar de generación en generación sus pensamientos recientemente evolucionados respecto a aquellas lecciones de una experiencia mayor, que sólo pueden expresarse mediante estas palabras nuevas, y así acumular progresivamente nuevos conocimientos, nuevos puntos de vista, nueva sabiduría, compartiendo el significado exclusivamente autodescubierto de los nuevos matices de pensamiento.

Estos cuadrillones de errores fueron el precio que pagó la humanidad por su sorprendente competencia incrementada por la sinergía, por primera vez en la historia, para afrontar con éxito todos los problemas de supervivencia, físicos y de salud, crecimiento ilustrado e iniciativas de acomodo en beneficio de toda la humanidad.

La pena y la mortificación provocada por sus cuadrillones de errores descubiertos progresivamente, hace tiempo que hubiesen provocado a la humanidad tal complejo de inferioridad, que se hubiese desanimado demasiado como para seguir con la experiencia de la vida. Para evitar semejante proclividad, los humanos fueron diseñados con orgullo, vanidad y memoria inventiva, la cual, en conjunto, puede y habitualmente nos inclina al autoengaño.

Al presenciar los errores de los demás, la multitud predispuesta dice, reflexionando: “¿Y por qué cometió un error tan absurdo ese individuo? Siempre supimos la respuesta”. Tan eficaz ha sido el engaño de grupo de la humanidad de no pensar, que ahora dice: “Nadie debería equivocarse” y castiga a la gente por sus errores. En el temor por el futuro de los hijos generado por el amor, más allá de la propia supervivencia, los padres educan a sus hijos para evitar errores, a menos que se les arriesgue a la desventaja social.

Es así como la humanidad ha desarrollado unos engaños mutuos y amplios y ha cometido el error total de no percibir que el pensamiento realista sólo crece después de haber cometido los errores, que es la sabiduría cósmica y su modo más claro de enseñarnos a cada uno de nosotros. Sólo en el momento de aceptación realista de nuestros propios errores, nos acercamos a la integridad misteriosa que rige el universo. Únicamente entonces los humanos pueden liberarse de las concepciones erradas que han provocado sus equivocaciones. Sin estas concepciones erradas, tienen su primera visión de la verdad y visiones inmediatamente subsecuentes del significado de esa concepción errada, 'engendrada a menudo por el orgullo y la vanidad, o por un acuerdo popular irreflexivo.


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