sábado, 30 de noviembre de 2013

1314E4 Centro de Interpretación en la Isla de San Michele

Islas de San Cristoforo, San Michele y Murano por Canaletto

La isla San Michele, también conocida como la Isla de los Muertos, está ocupada desde hace más de doscientos años por el cementerio histórico de la ciudad de Venecia. El crecimiento y desarrollo de esta singular necrópolis ha llegado a agotar la superficie de la isla, de manera que en la actualidad esta ínsula se ha visto transformada en cementerio y viceversa. 

No obstante, en origen, la isla no era sino una escala intermedia entre Murano y el centro de la ciudad, procurando atraque y resguardo a las embarcaciones que realizaban este trayecto. No fue hasta el siglo X cuando se construyera la iglesia que da nombre a la isla, consagrada al arcángel San Miguel. Unos quinientos años después, el arquitecto Mauro Codussi construyó la iglesia de San Michele in Isola, que  ostenta el mérito de constituir el primer templo renacentista de la ciudad. 

Con la ocupación francesa en el siglo XIX, se unieron las islas de San Michel y San Cristoforo al rellenar el estrecho canal que las separaba. Como resultado, se obtuvo un camposanto de generosas proporciones sobre el que el gobierno napoleónico impuso una ordenación estrictamente geométrica. De este modo, se trazó una planta que se componía de un perímetro perfectamente rectangular que dividía el área de enterramiento en cuatro grandes zonas dedicadas a las diferentes confesiones: judía, católica, ortodoxa y evangelista. 

Tras más de doscientos años, el cementerio apuró toda su capacidad, lo que llevó a que en el año 1998 se convocará el sonado concurso internacional para su ampliación. Su ganador, el británico David Chiperfield, propuso la inserción de un pequeño volumen ortogonal en el interior de la isla, así como la construcción de una nueva isla artificial en la que situar la mayor parte de los nuevos nichos. 

La monumentalidad y singularidad de San Michele ha hecho que, históricamente, hayan sido enterrados en él muchos personajes ilustres. De modo que, en la actualidad, se ha convertido en un destino turístico habitual. En este contexto, se plantea ahora la necesidad de construir una pequeña dotación que acoja en un primer momento a estos visitantes. 

De modo que el ejercicio no se limita a plantear una intervención en un entorno física e históricamente espectacular, sino que lo hace tomando como base un contenido arquitectónico tan fascinante como poético: el cementerio. La "ciudad de los muertos" presenta unas claves tan evocadoras como exploradas y definidas. Desde los planteamientos paisajistas de latitudes más septentrionales (véase la tradición nórdica ejemplificada por el paradigma del Cementerio de Estocolmo del maestro Asplund o la propuesta no ejecutada de Aalto para Lyngby), a otras basadas en trazados reguladores más propias del sur de Europa (como el caso que nos ocupa de San Michele), pasando por los mares de lápidas de los icónicos cementerios estadounidenses (como el Cementerio Nacional de Arlington), hasta llegar a propuestas más recientes, como el caso de Miralles en Igualada o César Portela en Fisterra, el tema del cementerio ha dado siempre fantásticas oportunidades a la arquitectura.


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