viernes, 8 de noviembre de 2013

OR Gonçalo Byrne


Teatro Thalia, obra de Gonçalo Byrne en colaboración con Patrícia Barbas y Diogo Lopes

El lisboeta Teatro Thalia fue erigido en 1843 por iniciativa del conde de Farrobo. El escenario fue lugar de representaciones para el disfrute de este aristócrata hasta que en 1862 un incendio llevó al edificio a la ruina, respetando, eso sí, de mejor o peor manera, su envolvente y el frontón que da forma a su ceremoniosa entrada. Tras este desafortunado suceso (o no tanto, y que nos disculpe el conde de Farrobo), no será hasta 150 años más tarde cuando el Ministerio de Educación y Ciencia portugués decidiera rehabilitar esta insólita construcción.

En pleno siglo XIX, el equipo formado por Gonçalo Byrne en colaboración con Patrícia Barbas y Diogo Seixas Lopes se ocuparía de transformar los restos de esta edificación decimonónica en una dotación de carácter multifuncional. El objetivo de la administración no es otro que el de dar forma a un espacio con capacidad para organizar conferencias, exposiciones y otros eventos públicos de características similares. 

Con estas condiciones de partida, el equipo de trabajo tomará una primer decisión elemental que, a su vez, desencadenará el resto del proceso de ideación del proyecto. Según esto, el objetivo primordial marcado consistirá en "apuntalar" el espacio interior. Para ello, una 'carcasa' exterior de hormigón será la encargada de soportar los restos que aún se conservan de la antigua construcción, ocultando al exterior una gran parte de la arquitectura preexistente. De modo que los arquitectos realizan una lectura del edificio en clave espacial, primando la conservación de un interior sorprendente, frente a la percepción que se puede obtener del exterior. Una serie de pabellones de construcción ligera acompañan y permiten la explotación de este espacio principal.

Con todo, el resultado es fascinante. El espacio interior resulta sorprendente para aquél que visita el edificio por primera vez. La única entrada de luz natural, localizada en una posición inesperada, confiere dramatismo al espacio, lo que se ve rematado por la desnudez de los muros que se conservan hacia el interior. Y en conjunto, y como una de las posibles conclusiones que pueden desprenderse de este ejercicio, se tienen que, en ocasiones, una obra de estas características (de rehabilitación, si se quiere) puede ir más allá de la simple reparación de daños para dar lugar a algo más ambicioso, rico, contemporáneo y estimulante.


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